La mujer en el
Imperio Romano, generalmente sometida al orden patriarcal, luchó por estar en
igualdad de condiciones ante la ley con los hombres. Se conocen mujeres que se
alzaron contra la tutela masculina, siendo esta tutela el régimen de control y
autoridad que los varones de la familia ejercían sobre las mujeres de clase
social alta. Solamente las Vestales, sacerdotisas al servicio de la diosa del
hogar, estaban libres de este sometimiento.
Las romanas,
dependiendo de sus derechos, podían ser libres, libertas o esclavas. Las
primeras, por lo general, pertenecían a la élite, y, cuando se casaban, se
convertían en matronas, siendo su función principal la procreación. Al
fallecer, eran recordadas en sus lápidas mediante epitafios que aludían a las
virtudes propias de su condición: fidelidad, castidad, prudencia y trabajo,
pues era lo que se esperaba de ellas.
Libertas eran
las antiguas esclavas que habían conseguido su liberación, bien comprándose
ellas mismas o bien siendo adquiridas por otra persona. Otro modo de conseguir
la libertad era casándose con su antiguo dueño (dominus) y por testamento, es decir, cuando fallecía su domina o dominus podían dejar por escrito en sus últimas voluntades que se
les concediera la manumisión. Algunas libertas llegaron a adquirir una riqueza
e importancia social mayor que las nacidas libres.
Cualquier
persona de la Antigüedad podía convertirse en esclava por varios motivos, independientemente
de su clase social. En la mayoría de las ocasiones eran menospreciadas por sus
dueñas o dueños, que además tenían derecho de vida y muerte sobre ellas y, en
cualquier momento, podían venderlas. Sus funciones principales eran ocuparse de
las tareas domésticas de la domus.
Estas mujeres esclavas sufrieron la violencia ejercida contra ellas a través de
su cuerpo, ya que fueron utilizadas con fines sexuales o reproductivos.
A las mujeres de
las clases sociales superiores se las podía ver fuera de sus casas, realizando
compras, de visita a otras mujeres, o acompañando a sus maridos a fiestas y
banquetes. Es sabido que las romanas, independientemente de su clase social,
podían participar en celebraciones religiosas, ejerciendo función de
sacerdotisas o devotas de diferentes cultos. Paradójicamente, este papel les
dio visibilidad al permitirles cierta participación en la vida pública.
Imágenes:
Virgen Vestal Máxima. Museo de la Civilización de Quebec. Las Vestales se encargaban de mantener el fuego sagrado de Vesta.
La madre, sentada en su sillón, amamanta al bebé Cornelio Estacio, mientras el padre contempla tiernamente la escena. Este sarcófago lo debieron dedicar los padres al hijo, tal vez muerto prematuramente. Ca. 150 dC.
Altar funerario de Cominia Tyche. El busto de la mujer que domina el ara luce peinado Flavio y, en la inscripción inferior, se ensalzan los valores propios de las matronas romanas: piedad y castidad. Murió a los 27 años, 11 meses y 28 días. Ca. 90-100 dC. MOMA, Nueva York.
La madre de la familia tiene el huso, tal vez equiparable al arado para el hombre. En esta representación, tras las cortinas de encaje, la reina de Skyros, Rea, ataviada con manto y diadema, recibe el huso que le entrega la nodriza de la princesa Deidamia. Mosaico del oecus de la villa romana de La Olmeda, Pedrosa de la Vega. 350-450 dC.
Era perfectamente normal que un propietario pretendiera satisfacer sus deseos sexuales o los de sus amigos con esclavas, muchas de éstas eran elegidas para ese fin. Fresco de una de las habitaciones del lupanar de Pompeya. Ca. 70-79 dC.
Lápida de Nice, procedente de Beja, en la que se desarrollan, en un carmen epigráfico, las creencias y las dudas sobre la muerte y la vida, que parecen responder a toda una filosofía epicúrea. Inachus y Nice eran esclavos:
“Viajero, quienquiera que seas que pasas ante mí, aquí enterrada cuando hayas leído en esta piedra [de término] que he muerto en el vigésimo [año] de mi vida, me compadecerás, aunque percibirás mi descanso,y dulcemente desearé para ti, que estás cansado, que vivas más [años] y que envejezcas más. Disfruta de la vida que a mi no me ha sido permitido [disfrutar]. (Me) complace que llores tu que…. Ínaco hace merecidamente esta [piedra de término]. /Vete; más bien apresúrate, pues tu que (me) lees, tu mismo seras leído; vete;/ Nice vivió veinte años. Siglos I-II dC. Museo de Évora
Esposos. Monumento funerario. Museo de Arles. S. I dC.
Madre e hija. Cipo sepulcral “de los retratos”. Aún son visibles los restos de la policromía original. Museo de Arles. S. I dC.
Sarcófago de final del siglo I dC. Escena en el taller del escultor. La mujer del difunto, peinada al estilo Flavio, ha encargado el retrato de su esposo. Museos Vaticanos: Galería de los Candelabros, Roma.
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