Además de los cultos oficiales que representaban los arquetipos de la sociedad romana, también existieron otra serie de divinidades menores y otras importadas de Oriente, incluyendo los cultos de las misteriosas Isis o Cibeles. Fueron también muy populares entre las mujeres los diversos cultos de Fortuna, que las acompañaban a lo largo de su vida y que se confundían con los de Mater Matuta (la buena madre). El culto a Isis fue enormemente popular entre las mujeres de todas las clases sociales, aunque también atraía a un gran número de hombres (sucedía algo similar con Mitra entre el género masculino).
El sacerdocio femenino fue muy importante con el culto de Vesta, materializado con las sacerdotisas Vestales. Se trataba de una congregación de mujeres que debían permanecer vírgenes y que se encargaban de mantener vivo el fuego sagrado del Estado. A cambio, disfrutaban de una serie de privilegios únicos: entre otros, estaban emancipadas legalmente, iban precedidas por un lictor (reservado a los magistrados) o podían conducir un carruaje de dos ruedas, el “carpetum”.
Otras sacerdotisas importantes fueron las Flamínicas. En este caso se trataba de mujeres casadas con un flamen (sacerdote). La más importante, la flaminica dial vestía el color del fuego y llevaba la imagen del rayo. El sacerdocio cesaba con la muerte del marido. También había flamínicas dedicadas al culto imperial, lo que constituía una forma de ascenso social en las ciudades de provincias.
Aunque las mujeres no pudieron ocupar cargos políticos ni servir en el ejército, ya durante la República se reconoció su patriotismo, virtudes y el sacrificio de algunas de ellas. Probablemente, se trate de personajes míticos que trataban de ensalzar los valores del pueblo de Roma.
Durante las guerras civiles que acabaron con la República , Apiano informa del heroísmo de mujeres que salvaron a sus maridos. Un epitafio conocido como la Laudatio Turiae conserva el elogio de un esposo por su esposa, que durante la guerra civil que siguió a la muerte de Julio César, corrió peligro por su propia vida y renunció a sus joyas para enviar ayuda a su marido en el exilio. Ambos sobrevivieron la turbulencia del tiempo para disfrutar de un largo matrimonio.
Una mujer notable fue Livia Drusilla Augusta (58 a C .-29 dC.), la más poderosa del Imperio romano, actuando muchas veces como regente y siendo fiel consejera de su esposo, el emperador Augusto. Varias mujeres de la familia imperial, como la biznieta de Livia y hermana de Calígula, Agripina la Menor , ganaron influencia política, así como la prominencia pública.
Independientemente de las acciones femeninas individuales, a partir de la dinastía Flavia se convirtió en bastante usual que se acuñaran monedas con la efigie de la mujer del emperador, como una forma más de propaganda imperial.
IMÁGENES:
La poderosa Medusa constituía, originalmente, la representación del castigo a la soberbia de la belleza. Después, fue considerada un símbolo de la tristeza y, como tal, se representa plásticamente a principios del siglo II dC. Cabeza de Medusa de Provençana (Hospitalet de Llobregat). Museo de Arqueología de Cataluña
Las amazonas, personajes mitológicos relacionados con la diosa Diana, eran mujeres opuestas al ideal clásico del mundo femenino: salvajes y fuertes. Esta escultura de la amazona herida conserva restos de policromía. Museo de Écija. Siglo I-II dC.
Fortuna era, en la mitología romana, la diosa de la suerte, buena o mala, aunque siempre se tendió a asociarla con lo bueno -lo fasto- y la fertilidad. Diversas representaciones de la diosa procedentes de: 1, Itàlica, Museo Arqueológico de Sevilla, s. II dC.; 2, Museo de Écija, s. I-II dC.; 3, Museo Arqueológico de Lyon, s I-II d.C.
Para las mujeres, la “Fortuna Virginalis” se centró en la madurez física y de realización sexual. A ella dedicaban las chicas las pequeñas togas que vestían en la adolescencia. Obsérvese a una niña atavidada con una de estas togas que, una vez ofrendadas a la diosa, eran sustituídas por la estola
Retrato de una vieja matrona romana en la representación de la diosa madre Cibeles, tal vez sacerdotisa en su culto. Posee muchos de sus atributos: la corona en forma de muralla, símbolo de su papel como protectora de las ciudades, el manojo de espigas y amapolas, como diosa de la agricultura y, a sus pies, el león, en razón de su poder sobre los animales salvajes. S. I dC. Villa Getty. Malibú
Las Vestales respondían a la creencia romana que relacionaba la virtud femenina con la salud del Estado. Su estatus les permitía ocupar en los espectáculos el podio imperial. Relieve con la cabeza de una Vestal. Palatino. Roma. S. I dC.
Las sacerdotisas de Ceres tenían el prestigioso deber de administrar un culto estatal. Ceres y Proserpina. Museo del Louvre
El culto de Isis era una de las muchas misteriosas religiones orientales que permanecen en fuerte contraste con los tradicionales cultos de la religión romana. El fresco muestra a Canopus, llegado a Egipto, donde es recibido por Isis, que le hace recobrar el aspecto humano. Al fondo, un hombre y una mujer agitan sendos sistros, instrumento propio de su culto. S. I dC. Pompeya: Museo Arqueológico Nacional de Nápoles.
Lámpara con representación de la diosa Isis estrellada, con sistro en la mano izquierda y phiale o copa de libaciones en la derecha. Época Flavia. Museo Calvet, Aviñón.
Las mujeres tuvieron un papel destacado en el culto a Baco. Mosaico con escena báquica: Teseo abandona a Ariadna en Naxos. Encontrada allí por Baco, éste la hace su esposa. Teseo no es el único héroe de la mitología que, tras alcanzar sus objetivos con la ayuda de una mujer, la abandona una vez realizada la hazaña. Mosaico con firma de taller: EX OFFICINA ANNIBONI. Finales del s. IV dC. Museo Nacional de Arte Romano de Mérida
Las imágenes de las monedas no son inocentes, sino que transmiten ideas de utilidad social, sirviendo como medio de propaganda dinástica. Así, la representación de la esposa del emperador se convierte en aparato del poder, y con ello el cuerpo de la mujer y, de manera especial, el peinado, que marca la moda en todo el Imperio. Monedas con efigies de las esposas de emperadores romanos, siglos I a III. Museo Nacional de Arte Romano de Mérida.
Retrato de la emperatriz Livia, hecho en basalto egipcio. Museo del Louvre. 31 dC. Livia fue el paradigma de la matrona romana: nunca llevó excesiva joyería ni vestidos pretenciosos. Su popular imagen tuvo un efecto espectacular en la representación visual del futuro imperial de la mujer, como ideal de honorable madre y esposa romana.
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